martes, 29 de abril de 2008

"Los autonautas de la cosmopista" (Post Scriptum -Julio Cortázar- 1982)



Lector, tal vez ya lo sabes: Julio, el Lobo, termina y ordena solo este libro que fue vivido y

escrito por la Osita y por él como un pianista toca una sonata, las manos unidas en una sola

búsqueda de ritmo y melodía.

Apenas terminada la expedición, volvimos a nuestra vida militante y partimos una

vez más a Nicaragua donde había y hay tanto que hacer. Carol reanudó allí su trabajo de

fotógrafa mientras yo escribía artículos para mostrar en todos los horizontes posibles la

verdad y la grandeza de la lucha de ese pequeño pueblo que infatigablemente continúa su

viaje hacia la dignidad y la libertad. También allí encontramos felicidad, ya no solos en los

paraderos del París-Marsella sino en el contacto cotidiano con mujeres, hombres y niños

que miraban como nosotros hacia delante. Allí la Osita empezó a declinar, víctima de un

mal que creímos pasajero porque en ella la voluntad de la vida era más fuerte que todos los

pronósticos, y yo compartía su coraje como siempre compartí su luz, su sonrisa, su

enamorada vivencia del sol, del mar y de la esperanza en un futuro más hermoso. Volvimos

a París llenos de planes: terminar juntos el libro, dar sus derechos de autor al pueblo

nicaragüense, vivir, vivir todavía más intensamente. Siguieron dos meses que nuestros

amigos llenaron de cariño, dos meses en que rodeamos a la Osita de ternura y en que ella

nos dio cada día ese valor que nos iba abandonando. La vi emprender su viaje solitario,

donde yo no podía ya acompañarla, y el 2 de noviembre se me fue de entre las manos como

un hilito de agua, sin aceptar que los demonios dijeran la última palabra, ella que tanto los

había desafiado y combatido en estas páginas.

A ella le debo, como le debo lo mejor de mis últimos años, terminar solo este relato.

Bien sé, Osita, que habrías hecho lo mismo si me hubiera tocado precederte en la partida, y

que tu mano escribe, junto con la mía, estas últimas palabras en las que el dolor no es, no

será nunca más fuerte que la vida que me enseñaste a vivir como acaso hemos llegado a

mostrarlo en esta aventura que toca aquí a su término pero que sigue, sigue en nuestro

dragón, sigue para siempre en nuestra autopista.





Julio Cortázar - Carol Dunlop
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Es hermosamente triste eso (U).
Debo decirte que VOS sos la que escribe hermoso y es un placer leerte , Merce.Como ya te lo he dicho =)